Quiero vivir en Vitacura.
Sáquenme la muchachada soberbia
los cromados diesel
y déjenme las hojas secas
para que la suela de mis zapatos
acaricie la memoria vegetal.
No es necesario
-lo digo con respeto-
que dejen vacía
a la Vitacura, la buena.
Quiero encontrar
a las abuelas españolas
las del Madrid No Pasarán
las niñas hambrientas.
Quiero hablar
con el palestino de Bel-em.
y rozar las bibliotecas
de eruditos gratuitos
que hoy mastican el sol
en un banca compartida
con la nana del Perú.
No la dejen vacía
pero sáquenme
esos malditos neones.
Abran las avenidas
Blancas manos
saluden las morenas mías
y dejen a Mahler
y Gardel
se encaramen por los muros
-verdes de musgo que son
esos muros de humedad-
y se haga la música
una trenza con el viento.
Gente en el barrio
que sonríe de verdad
como en los otros barrios
pero por más tiempo.
Es cuantitativa la felicidad
así como la pena
por lo ido.
Vuelve Vitacura
despojada de mercaderes
floreciente de almacenes
de mujeres calmas
inconexa a Santiago
Vuelve a respirar.
No la viví
pero la estoy soñando.
Y estaré esperando
que bajo precio de por 1/2
arrendar un bungalow
blanco
tipo mil nueve
sesenta y ocho.
Estaré esperando
y te invitaré a pasar.
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