a ninguna
hora del día.
El ascensor espejo
al final de la jornada
me tira las orejas
me advierte del suicidio
que cometo a diario.
Mientras tanto
desafío inteligencias
me sumo a la carrera inepta
Anestesio la jornada
asumiendo el carril que he tomado.
Ni siquiera es venderse
Es rendirse.
En el espejo
del ascensor solitario
descubro una mueca
-entre arrugas que asoman
entre canas plateadas-
y escucho el alarido
calmado.
Sólo miro.
Me arreglo el pelo
apreto el cinturón
y salgo.
Y así
camino cerca de tu calle
simulando que ignoro
tu potencial presencia
Neutralizo las ganas
y ya ni siquiera
levanto la vista
a tu ventana acorralada
Me limito a apagar
el cigarro sol
con dureza apurada.
Prosigo.
Ni siquiera es venderse
Ni siquiera eso.
Rendirse
es irse apagando
como la braza
de mi colilla abandonada.
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